Había una verdadera multitud en cualquier parte que se mirara. Los encerraderos llenos de reses. Las calles, repletas de transeúntes. Las espuelas tintineaban al pisar en la madera de los cobertizos, a una yarda y media de altura sobre el nivel de la calle. Con esto se evitaba que en los días de lluvia no pudiera cruzarse de una casa a otra, quedándose aprisionado en el río de barro. Los bares y saloons, más numerosos de lo que podría imaginarse, también estaban llenos.
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Había una verdadera multitud en cualquier parte que se mirara. Los encerraderos llenos de reses. Las calles, repletas de transeúntes. Las espuelas tintineaban al pisar en la madera de los cobertizos, a una yarda y media de altura sobre el nivel de la calle. Con esto se evitaba que en los días de lluvia no pudiera cruzarse de una casa a otra, quedándose aprisionado en el río de barro. Los bares y saloons, más numerosos de lo que podría imaginarse, también estaban llenos.