NO era frecuente que al entierro del dueño de un «saloon» acudieran tantas personas para acompañar a los restos del muerto. No se había visto un acompañamiento tan numeroso. Maud, la encargada del «saloon», ordenó que se cerrara el local durante ese día y el siguiente. Ella y las empleadas, así como los dos barman, lloraban como si el muerto hubiera sido el padre de ellas. Gene Gilford había sido el propietario de un local como ese, más respetado y querido. Fuera del local era saludado con respeto y afecto.
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NO era frecuente que al entierro del dueño de un «saloon» acudieran tantas personas para acompañar a los restos del muerto. No se había visto un acompañamiento tan numeroso. Maud, la encargada del «saloon», ordenó que se cerrara el local durante ese día y el siguiente. Ella y las empleadas, así como los dos barman, lloraban como si el muerto hubiera sido el padre de ellas. Gene Gilford había sido el propietario de un local como ese, más respetado y querido. Fuera del local era saludado con respeto y afecto.