UNA multitud de curiosos rodeaba a la diligencia cuando se detuvo. Allí pasarían la noche. Hasta la casa de postas llegaba el sonido inconfundible de varias orquestas de dos «saloons» que estaban a pocas yardas. El primero en descender fue el silencioso, que en casi dos días no había hablado nada. Tayma, una de las viajeras, iba muy molesta con él y así se lo hizo saber a su amiga y compañera de viaje, Francis.
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UNA multitud de curiosos rodeaba a la diligencia cuando se detuvo. Allí pasarían la noche. Hasta la casa de postas llegaba el sonido inconfundible de varias orquestas de dos «saloons» que estaban a pocas yardas. El primero en descender fue el silencioso, que en casi dos días no había hablado nada. Tayma, una de las viajeras, iba muy molesta con él y así se lo hizo saber a su amiga y compañera de viaje, Francis.