Liz Truck, esposa de Gilbert, miraba a este con clara indiferencia. Él se movía, inquieto, en el lecho en el que llevaba varios días, sin que la fiebre descendiera. —No creo que esto se arregle sin la intervención de un doctor —dijo ella, cuando Gilbert miró a su esposa—. ¿No dicen que en Dayton hay un doctor joven que ha venido para curarse de una enfermedad, pero que, en el tiempo que lleva ayudando al doctor Neil, ha hecho algunas operaciones, y ha demostrado que es entendido en heridas de todo tipo...? ¿Por qué no envías a tu hija por él...? Vais a morir, Roland y tú, si no acuden en vuestra ayuda.
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Liz Truck, esposa de Gilbert, miraba a este con clara indiferencia. Él se movía, inquieto, en el lecho en el que llevaba varios días, sin que la fiebre descendiera. —No creo que esto se arregle sin la intervención de un doctor —dijo ella, cuando Gilbert miró a su esposa—. ¿No dicen que en Dayton hay un doctor joven que ha venido para curarse de una enfermedad, pero que, en el tiempo que lleva ayudando al doctor Neil, ha hecho algunas operaciones, y ha demostrado que es entendido en heridas de todo tipo...? ¿Por qué no envías a tu hija por él...? Vais a morir, Roland y tú, si no acuden en vuestra ayuda.