Quinto y último libro de mis trágicas memorias.

Me relajaba en cubierta aprovechando lo calmado que estaba el mar ese día, combinado de licores en la mano derecha y catalejo en la izquierda. No podía observar el horizonte desde mi posición, y además ya contábamos con un vigía para tales menesteres, pero me gustaba espiar los alrededores para tener controlada a mi tripulación; las semanas sin mujeres a la vista podían volver locos a muchos hombres, pero yo no iba a permitir que la degeneración moral se instaurara en mi barco.