Solo, aislado en la inmensidad del Mar Austral, el recio y pequeño ballenero seguía un rumbo errático entre los hielos flotantes de la Antártida, danzando sobre la marejada con terribles bandazos que levantaban rociadas de blanca y gélida espuma, mientras la tripulación de guardia intensificaba la vigilancia en muda pugna por ser los primeros en lanzar la palabra mágica que habría de ponerles en conmoción. Casi setenta y dos horas llevaban así. Los hombres apenas tenían noción ya de las horas de sueño y descanso, pero estaban seguros que aquella constancia habría de dar los frutos apetecidos. Y el primer síntoma, en efecto, fue la exclamación ahogada que brotó de los labios del capitán -barba enmarañada, mejillas curtidas por el frío y ojos vivos de penetrante brillo- que, agarrado fuertemente a la barandilla del puente descubierto, irguió su cuerpo entre el rebujo de las prendas de abrigo con que se cubría y enseguida alzó la cabeza en dirección al mástil...
Description:
Solo, aislado en la inmensidad del Mar Austral, el recio y pequeño ballenero seguía un rumbo errático entre los hielos flotantes de la Antártida, danzando sobre la marejada con terribles bandazos que levantaban rociadas de blanca y gélida espuma, mientras la tripulación de guardia intensificaba la vigilancia en muda pugna por ser los primeros en lanzar la palabra mágica que habría de ponerles en conmoción. Casi setenta y dos horas llevaban así. Los hombres apenas tenían noción ya de las horas de sueño y descanso, pero estaban seguros que aquella constancia habría de dar los frutos apetecidos. Y el primer síntoma, en efecto, fue la exclamación ahogada que brotó de los labios del capitán -barba enmarañada, mejillas curtidas por el frío y ojos vivos de penetrante brillo- que, agarrado fuertemente a la barandilla del puente descubierto, irguió su cuerpo entre el rebujo de las prendas de abrigo con que se cubría y enseguida alzó la cabeza en dirección al mástil...