EL guardián del faro de Brisbane advirtió que el viento empezaba a amainar e hizo un gesto de malhumor. Joss Wallace era un viejo lobo de mar al que molestaba que los bañistas y demás gentes bulliciosas profanasen la calma de aquellas aguas, que consideraba como poco menos qué de su propiedad.
Con la vieja cachimba entre sus labios, apagada como de costumbre, rezongó gruñón:
—En cuanto se den cuenta de que ha amainado invadirán las playas con sus balsas, lanchas y cualquier cosa que pueda flotar.
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EL guardián del faro de Brisbane advirtió que el viento empezaba a amainar e hizo un gesto de malhumor. Joss Wallace era un viejo lobo de mar al que molestaba que los bañistas y demás gentes bulliciosas profanasen la calma de aquellas aguas, que consideraba como poco menos qué de su propiedad. Con la vieja cachimba entre sus labios, apagada como de costumbre, rezongó gruñón: —En cuanto se den cuenta de que ha amainado invadirán las playas con sus balsas, lanchas y cualquier cosa que pueda flotar.