Barry Murdock se mordió los labios con ira. Si quien le hablaba no hubiese sido el padre de Margaret, le habría dicho más de cuatro cosas que pensaba sobre él. Pero antes de aquella entrevista ella le había pedido que fuese paciente, que no le irritase. Y se contuvo. —Yo no tengo nada contra usted, Barry —seguía diciendo el hacendado, mientras cargaba su pipa—. Nada… a excepción de que pretende convertirse en mi yerno. —Margaret y yo nos queremos.
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Barry Murdock se mordió los labios con ira. Si quien le hablaba no hubiese sido el padre de Margaret, le habría dicho más de cuatro cosas que pensaba sobre él. Pero antes de aquella entrevista ella le había pedido que fuese paciente, que no le irritase. Y se contuvo. —Yo no tengo nada contra usted, Barry —seguía diciendo el hacendado, mientras cargaba su pipa—. Nada… a excepción de que pretende convertirse en mi yerno. —Margaret y yo nos queremos.