El grupo de oficiales rio la agudeza del capitán Hugo Sinclair y hubo varios comentarios intencionados que tuvieren la virtud de fruncir la frente del oficial objeto de la broma, un hombre alto, de anchos hombros y cuadrado mentón, signo de indomable voluntad. Los ojos de Wallace Guilfoyle, teniente de Caballería del Ejército de la Confederación, eran negros, intensos y enigmáticos. En ellos brillaba el valor y la serenidad. Un ancho bigote, de afiladas puntas, daba a su rostro dureza y picardía, en confusa mezcla. Y, sobre todo, espíritu juvenil y aventurero.
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El grupo de oficiales rio la agudeza del capitán Hugo Sinclair y hubo varios comentarios intencionados que tuvieren la virtud de fruncir la frente del oficial objeto de la broma, un hombre alto, de anchos hombros y cuadrado mentón, signo de indomable voluntad. Los ojos de Wallace Guilfoyle, teniente de Caballería del Ejército de la Confederación, eran negros, intensos y enigmáticos. En ellos brillaba el valor y la serenidad. Un ancho bigote, de afiladas puntas, daba a su rostro dureza y picardía, en confusa mezcla. Y, sobre todo, espíritu juvenil y aventurero.