Wallace Guilfoyle, teniente de la Confederación, en alto el sable y junto a una de las piezas artilleras que hacían fuego contra las tropas del Norte, mandadas por el general McDowell, terminó de rechazar, en unión de los hombres a sus órdenes, al grupo de enemigos que, a la desesperada, intentaban apoderarse del cañón. Por las sienes del bravo oficial deslizábanse gotas de sudor, y el uniforme, desgarrado en las mangas, evidenciaba que la terrible batalla de Bull-Run era dura y que en no pocas ocasiones los infantes emplearon las bayonetas y los sables para defender vidas y posiciones.
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Wallace Guilfoyle, teniente de la Confederación, en alto el sable y junto a una de las piezas artilleras que hacían fuego contra las tropas del Norte, mandadas por el general McDowell, terminó de rechazar, en unión de los hombres a sus órdenes, al grupo de enemigos que, a la desesperada, intentaban apoderarse del cañón. Por las sienes del bravo oficial deslizábanse gotas de sudor, y el uniforme, desgarrado en las mangas, evidenciaba que la terrible batalla de Bull-Run era dura y que en no pocas ocasiones los infantes emplearon las bayonetas y los sables para defender vidas y posiciones.