EL fiero mastín de los Hiltt ladró furiosamente por detrás de la alta y poderosa cerca de adobe recién reforzada, y con las orejas puntiagudas y la boca medio abierta, clavó sus ojos en la cerrada puerta adelantando sus patas prontas a saltar. Carolina, la madre de los Hiltt, al oír el sordo gruñido del perro, abandonó velozmente las faenas caseras que realizaba y tomando un rifle que tenía apoyado junto a la jamba de la puerta lo empuñó con fiereza. Luego saltó ágilmente, a pesar de sus años, ganando el remate de una carga de leña que se apilaba junto a la cerca y con el rifle en posición de disparar miró intensamente hacia el sur.
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EL fiero mastín de los Hiltt ladró furiosamente por detrás de la alta y poderosa cerca de adobe recién reforzada, y con las orejas puntiagudas y la boca medio abierta, clavó sus ojos en la cerrada puerta adelantando sus patas prontas a saltar. Carolina, la madre de los Hiltt, al oír el sordo gruñido del perro, abandonó velozmente las faenas caseras que realizaba y tomando un rifle que tenía apoyado junto a la jamba de la puerta lo empuñó con fiereza. Luego saltó ágilmente, a pesar de sus años, ganando el remate de una carga de leña que se apilaba junto a la cerca y con el rifle en posición de disparar miró intensamente hacia el sur.