MEEKER era un poblado olvidado de la mano de Dios en el noroeste de Colorado, en un gran vano casi vacío, en el que el Witer River y el macizo montañoso de Danforth eran el salvaje y duro escenario donde habían de desarrollarse sucesos dramáticos a tono con la dureza del paisaje. En la parte llana desde el río, a la falda del monte y en las planicies que los, accidentes de la parte baja del monte lo permitía, se desparramaban las reses de unos cuantos heroicos rancheros que habían afincado en aquel terreno, casi hostil, al amparo de usufructuar las tierras libres del Gobierno mediante arriendos que les consentían criar ganado sin verse obligados a gastar un dinero que no poseían en adquirir en propiedad los terrenos de pasturaje.
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MEEKER era un poblado olvidado de la mano de Dios en el noroeste de Colorado, en un gran vano casi vacío, en el que el Witer River y el macizo montañoso de Danforth eran el salvaje y duro escenario donde habían de desarrollarse sucesos dramáticos a tono con la dureza del paisaje. En la parte llana desde el río, a la falda del monte y en las planicies que los, accidentes de la parte baja del monte lo permitía, se desparramaban las reses de unos cuantos heroicos rancheros que habían afincado en aquel terreno, casi hostil, al amparo de usufructuar las tierras libres del Gobierno mediante arriendos que les consentían criar ganado sin verse obligados a gastar un dinero que no poseían en adquirir en propiedad los terrenos de pasturaje.