¿QUÉ te sucede Karf? Te veo muy preocupado. —Lo estoy, y mucho, Kenneth, no puedo negarlo. —¿Acaso te duele más la herida del brazo? —¡Al diablo la herida! Me duele, pero me lo aguanto. —Ya llegará el día que devuelvas el plomo. —Claro que llegará, pero no es eso lo que me preocupa.
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¿QUÉ te sucede Karf? Te veo muy preocupado. —Lo estoy, y mucho, Kenneth, no puedo negarlo. —¿Acaso te duele más la herida del brazo? —¡Al diablo la herida! Me duele, pero me lo aguanto. —Ya llegará el día que devuelvas el plomo. —Claro que llegará, pero no es eso lo que me preocupa.