ALEXANDRA Micholenko aceptó el ramo de flores que le ofrecía galantemente el hombre, y lo envolvió en una amplia sonrisa de agradecimiento. Los «flashs» de los reporteros se encargaron de plasmar la encantadora sonrisa de la rusa blanca. Aquella misma noche y al día siguiente, millones de lectores de la prensa neoyorkina podrían admirar la extraordinaria belleza de la condesa Alexandra Micholenko, al recibir el ramo de bienvenida de manos de míster Provto, presidente de la Liga Americana de Polacos Libres, y podrían leer con caracteres más o menos sensacionales la gran aventura de la condesa rusa.
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ALEXANDRA Micholenko aceptó el ramo de flores que le ofrecía galantemente el hombre, y lo envolvió en una amplia sonrisa de agradecimiento. Los «flashs» de los reporteros se encargaron de plasmar la encantadora sonrisa de la rusa blanca. Aquella misma noche y al día siguiente, millones de lectores de la prensa neoyorkina podrían admirar la extraordinaria belleza de la condesa Alexandra Micholenko, al recibir el ramo de bienvenida de manos de míster Provto, presidente de la Liga Americana de Polacos Libres, y podrían leer con caracteres más o menos sensacionales la gran aventura de la condesa rusa.