Llegué a Corea con el VIII Ejército, destacado por el «Herald News» en momentos harto aciagos para las pocas fuerzas americanas y las maltrechas unidades del Presidente Rhee, reducidas a la cabeza de puente de Fusan y abocados a ser arrojados al mar por las desbordadas hordas norcoreanas, como consecuencia de su avasallador y fulminante empuje de los primeros tiempos. Participé en el audaz y afortunado desembarco en Inchón, en la conquista de Seúl y en la gigantesca ofensiva que, en unos dos meses, nos condujo a la vista del río Yalu, en la frontera manchuriana, dejando atrás a millares y millares de norcoreanos muertos, heridos prisioneros, pese a su suicida fanatismo.
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Llegué a Corea con el VIII Ejército, destacado por el «Herald News» en momentos harto aciagos para las pocas fuerzas americanas y las maltrechas unidades del Presidente Rhee, reducidas a la cabeza de puente de Fusan y abocados a ser arrojados al mar por las desbordadas hordas norcoreanas, como consecuencia de su avasallador y fulminante empuje de los primeros tiempos. Participé en el audaz y afortunado desembarco en Inchón, en la conquista de Seúl y en la gigantesca ofensiva que, en unos dos meses, nos condujo a la vista del río Yalu, en la frontera manchuriana, dejando atrás a millares y millares de norcoreanos muertos, heridos prisioneros, pese a su suicida fanatismo.