ustin Lennox hizo una seña con el brazo a los conductores de los dos carromatos y los hombres tiraron de las riendas. Lennox iba a caballo y volvió grupas. —Desvíense por esa vereda de la izquierda y vayan a situarse a final de aquellas filas de carros. —¿A dónde va usted, Lennox? —preguntó el conductor del primer vehículo. —Quiero hablar con el teniente Willoby. Él me informará de todos los pormenores. Somos viejos conocidos. —¿Cuándo estará de vuelta? —preguntó el otro conductor. —Sin mí no van a perderse —gruñó Lennox—. Posiblemente regresaré por la noche. —Me agradaría que nos acompañases y nos dejases ya instalados —dijo una joven que viajaba en el primer carromato, asomándose por encima del conductor y de una mujer de cierta edad que se sentaba a su lado. —Está bien, Bea. Síganme y dense prisa.
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ustin Lennox hizo una seña con el brazo a los conductores de los dos carromatos y los hombres tiraron de las riendas. Lennox iba a caballo y volvió grupas. —Desvíense por esa vereda de la izquierda y vayan a situarse a final de aquellas filas de carros. —¿A dónde va usted, Lennox? —preguntó el conductor del primer vehículo. —Quiero hablar con el teniente Willoby. Él me informará de todos los pormenores. Somos viejos conocidos. —¿Cuándo estará de vuelta? —preguntó el otro conductor. —Sin mí no van a perderse —gruñó Lennox—. Posiblemente regresaré por la noche. —Me agradaría que nos acompañases y nos dejases ya instalados —dijo una joven que viajaba en el primer carromato, asomándose por encima del conductor y de una mujer de cierta edad que se sentaba a su lado. —Está bien, Bea. Síganme y dense prisa.