NO parecía norteamericana. Era una mujer de sorprendente belleza. Un portento de la Naturaleza, increíblemente subyugador, convertido en mujer. En ella, todo eran perfecciones. Pocas veces pueden verse unos ojos, grandes, negros, que irradiaban luz cegadora. El cabello, de ébano, sedoso, siempre perfumado, que caía torrencialmente sobre los hombros. Olía a jazmines, a violetas. Los labios, finos. El cuello, de alabastro, sin una arruga, sin máculas.
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NO parecía norteamericana. Era una mujer de sorprendente belleza. Un portento de la Naturaleza, increíblemente subyugador, convertido en mujer. En ella, todo eran perfecciones. Pocas veces pueden verse unos ojos, grandes, negros, que irradiaban luz cegadora. El cabello, de ébano, sedoso, siempre perfumado, que caía torrencialmente sobre los hombros. Olía a jazmines, a violetas. Los labios, finos. El cuello, de alabastro, sin una arruga, sin máculas.