OWEN Cooley, jefe de una sección del C. I. A., que actuaba en Shanghái, pareció como sí y se adosase a la pared. Contuvo la respiración, al tiempo que descansaba su mano derecha en una «Luger» escondida en un bolsillo del gabán. Era de noche. Rachas de viento helado azotaban los «dock» situados en las márgenes del gran río. Owen subióse las solapas del abrigo. Pero apenas sentía frío.
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OWEN Cooley, jefe de una sección del C. I. A., que actuaba en Shanghái, pareció como sí y se adosase a la pared. Contuvo la respiración, al tiempo que descansaba su mano derecha en una «Luger» escondida en un bolsillo del gabán. Era de noche. Rachas de viento helado azotaban los «dock» situados en las márgenes del gran río. Owen subióse las solapas del abrigo. Pero apenas sentía frío.