Dan Madison se abrió paso a viva fuerza entre la gente que atestaba las aceras de la Avenida Kensington, de San Francisco. Algunos transeúntes le dirigieron agrias miradas o le gritaron rudamente al sentirse empujados. Dan hizo caso omiso, aunque miraba constantemente hacia atrás. Trataba de ver si los tres tipos, que le iban siguiendo, todavía iban tras él.
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Dan Madison se abrió paso a viva fuerza entre la gente que atestaba las aceras de la Avenida Kensington, de San Francisco. Algunos transeúntes le dirigieron agrias miradas o le gritaron rudamente al sentirse empujados. Dan hizo caso omiso, aunque miraba constantemente hacia atrás. Trataba de ver si los tres tipos, que le iban siguiendo, todavía iban tras él.