Las ruedas de la galera resbalaron por la pendiente, pero los gritos roncos del hombre que se balanceaba en el pescante y el restallar del látigo sobre los lomos de los dos caballos evitaron que el vehículo se inclinase peligrosamente hacia el agua de la presa. Él hombre del pescante apretó las riendas con todas sus fuerzas y, sin dejar de maldecir, asomó medio cuerpo para mirar atrás. —¿Qué están haciendo, pareja de idiotas? ¡Les he pagado para que trabajen! ¡Hagan un poco de fuerza de una vez! ¡Empujen!
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Las ruedas de la galera resbalaron por la pendiente, pero los gritos roncos del hombre que se balanceaba en el pescante y el restallar del látigo sobre los lomos de los dos caballos evitaron que el vehículo se inclinase peligrosamente hacia el agua de la presa. Él hombre del pescante apretó las riendas con todas sus fuerzas y, sin dejar de maldecir, asomó medio cuerpo para mirar atrás. —¿Qué están haciendo, pareja de idiotas? ¡Les he pagado para que trabajen! ¡Hagan un poco de fuerza de una vez! ¡Empujen!