Abe Stone, el pelirrojo, de potentes músculos y casi dos metros de altura, alargó la mano por encima del mostrador y sus dedos acerados atraparon el pescuezo de Jerome Blake, dueño del local Amanecer. Jerome se vio aplastado contra el tablero y sus ojos se dilataron en las órbitas. —¡No! ¡Por el cielo, Abe! ¡No me hagas esto...! Stone rechinó los dientes y apretó con fuerza. —¿Dónde está ese forastero?
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Abe Stone, el pelirrojo, de potentes músculos y casi dos metros de altura, alargó la mano por encima del mostrador y sus dedos acerados atraparon el pescuezo de Jerome Blake, dueño del local Amanecer. Jerome se vio aplastado contra el tablero y sus ojos se dilataron en las órbitas. —¡No! ¡Por el cielo, Abe! ¡No me hagas esto...! Stone rechinó los dientes y apretó con fuerza. —¿Dónde está ese forastero?