Charles Gardner, empleado de la agencia Pinkerton, cruzó un jardín muy cuidado y subió al porche de la casa pintada de verde. —Era un hombre de treinta y cinco años, alto, rostro bronceado, y ojos brillantes que miraban con sagacidad. Llevaba ocho años en la Pinkerton y estaba considerado como uno de los mejores detectives. Llamó a la puerta que tenía delante.
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Charles Gardner, empleado de la agencia Pinkerton, cruzó un jardín muy cuidado y subió al porche de la casa pintada de verde. —Era un hombre de treinta y cinco años, alto, rostro bronceado, y ojos brillantes que miraban con sagacidad. Llevaba ocho años en la Pinkerton y estaba considerado como uno de los mejores detectives. Llamó a la puerta que tenía delante.