El sol era como una pieza de oro incandescente. Daba la impresión de que iba a estar allí siempre, inmóvil. El viejo Larry Cravat salió de la cantina de Marilyn Presle y miró al cielo. Levantó una mano y señaló al sol. —Tú lo secas todo, pero no eres capaz de secarme a mí…
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El sol era como una pieza de oro incandescente. Daba la impresión de que iba a estar allí siempre, inmóvil. El viejo Larry Cravat salió de la cantina de Marilyn Presle y miró al cielo. Levantó una mano y señaló al sol. —Tú lo secas todo, pero no eres capaz de secarme a mí…