—Denver es una ciudad maravillosa. Le gustará, señorita Adams. Helen Adams de veintitrés años, morena, bella, sonrió al hombre que le hablaba. Este se había presentado como el coronel Roger Frisby. Lo había conocido tan sólo una hora antes. En el corredor del tren, a ella se le cayó el bolso y aquel viajero de cabello blanco que se sentaba un poco más adelante se lo recogió. Roger Frisby poseía un rostro simpático, y bigote blanco, como su cabello. Tenía todo el aspecto del hombre luchador que por fin ha conseguido algo. Como el asiento al lado de Helen estaba vacío, el coronel pidió permiso para sentarse junto a ella.