El carcelero abrió la puerta de la celda e hizo tintinear las llaves porque observó que el hombre que había en el jergón no se movía. —¡Eh, Spoker! —llamó. El llamado Spoker soltó un bostezo. —¿Qué pasa, Jim? —Levántate, alguien quiere verte. —No tengo ganas de recibir visitas.
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El carcelero abrió la puerta de la celda e hizo tintinear las llaves porque observó que el hombre que había en el jergón no se movía. —¡Eh, Spoker! —llamó. El llamado Spoker soltó un bostezo. —¿Qué pasa, Jim? —Levántate, alguien quiere verte. —No tengo ganas de recibir visitas.