El tren se detuvo en la estación de Grand Saline con entrechocar de vagones y resoplidos de la máquina. Dos hombres descendieron al andén y tres se dispusieron a iniciar su viaje montando en el segundo vagón. El jefe de la estación estaba en la puerta de su oficina y miró hacia la retaguardia del convoy. —¡Daos prisa, muchachos! —gritó a los empleados que estaban cargando unos bultos. Un pasajero de cabello rojizo que estaba sentado junto a la ventanilla, en el tercer vagón, se puso nervioso.
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El tren se detuvo en la estación de Grand Saline con entrechocar de vagones y resoplidos de la máquina. Dos hombres descendieron al andén y tres se dispusieron a iniciar su viaje montando en el segundo vagón. El jefe de la estación estaba en la puerta de su oficina y miró hacia la retaguardia del convoy. —¡Daos prisa, muchachos! —gritó a los empleados que estaban cargando unos bultos. Un pasajero de cabello rojizo que estaba sentado junto a la ventanilla, en el tercer vagón, se puso nervioso.