—Eres un escarabajo, Sullivan. No le contesté. Yo estaba viendo una colección de sellos. Una serie muy bonita lanzada por un país árabe. Al director del servicio de Correos de ese país le deberían dar una medalla. Eran desnudos de Renoir, chicas bonitas y hermosas, pintadas por un maestro. Qué sellos, hermano, y qué chicas. —Eres un reptil, Sullivan —dijo el tipo. Dediqué mi atención a La durmiente. Era el mejor sello de los seis. Allí estaba ella, atractiva y hermosa como una trucha de dos kilos, aunque ella pesase bastantes más, quizá cincuenta y cinco. —Sullivan —dijo el fulano—, has enviado a dos tipos al hospital. Uno de ellos con dos balas en los intestinos. Y el otro se quedó sin nariz.
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—Eres un escarabajo, Sullivan. No le contesté. Yo estaba viendo una colección de sellos. Una serie muy bonita lanzada por un país árabe. Al director del servicio de Correos de ese país le deberían dar una medalla. Eran desnudos de Renoir, chicas bonitas y hermosas, pintadas por un maestro. Qué sellos, hermano, y qué chicas. —Eres un reptil, Sullivan —dijo el tipo. Dediqué mi atención a La durmiente. Era el mejor sello de los seis. Allí estaba ella, atractiva y hermosa como una trucha de dos kilos, aunque ella pesase bastantes más, quizá cincuenta y cinco. —Sullivan —dijo el fulano—, has enviado a dos tipos al hospital. Uno de ellos con dos balas en los intestinos. Y el otro se quedó sin nariz.