En el despacho del alcaide de la prisión, Edward Sheridan, se encontraban tres personas. Una de ellas era el propio alcaide, la segunda Cornell Gaskin, primer ayudante del fiscal del Estado; la otra George Kornbluth, inspector del Departamento del Tesoro. —Bien, caballeros —dijo Sheridan—. Ha llegado el momento. Si no tienen inconveniente, quisiera terminar cuanto antes con esto. Los visitantes hicieron gestos afirmativos. El alcaide oprimió un botón del intercomunicador.
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En el despacho del alcaide de la prisión, Edward Sheridan, se encontraban tres personas. Una de ellas era el propio alcaide, la segunda Cornell Gaskin, primer ayudante del fiscal del Estado; la otra George Kornbluth, inspector del Departamento del Tesoro. —Bien, caballeros —dijo Sheridan—. Ha llegado el momento. Si no tienen inconveniente, quisiera terminar cuanto antes con esto. Los visitantes hicieron gestos afirmativos. El alcaide oprimió un botón del intercomunicador.