Aland Roberts se detuvo y leyó el cartel que había pegado en la pared: «Se compone toda clase de calzado» Oyó un único golpeteo y asomó la cabeza por la puerta que había al lado. Un hombre sacaba con una mano los clavos que tenía en la boca y los remachaba en una suela con un martillo que esgrimía en la otra. —Buenos días. ¿Me hace el favor? —dijo, llamando la atención del hombre. El zapatero interrumpió su trabajo y levantó la cabeza. —Usted dirá.
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Aland Roberts se detuvo y leyó el cartel que había pegado en la pared: «Se compone toda clase de calzado» Oyó un único golpeteo y asomó la cabeza por la puerta que había al lado. Un hombre sacaba con una mano los clavos que tenía en la boca y los remachaba en una suela con un martillo que esgrimía en la otra. —Buenos días. ¿Me hace el favor? —dijo, llamando la atención del hombre. El zapatero interrumpió su trabajo y levantó la cabeza. —Usted dirá.