El sheriff de Peonía City, Charles Jones, respiraba optimismo por todos sus poros. Naturalmente, tenía sus motivos. Todo había salido a la perfección. Hacía un rato, había sido inaugurado el monumento que la comunidad erigía en memoria de su fundador, Alex Hamilton, alias Cuatro Dedos. Existieron muchas dudas respecto a la forma en que el escultor debía representar al ilustre pionero, ya que los que compartieron su vida con Alex, eran de la opinión que debía mantenerse su hermosa barba, una estupenda pelambrera que casi le llegaba hasta las rodillas, pero en última instancia se impuso el criterio de Jonathan Sinclair, presidente de la Asociación Pro-Campaña en favor de la Higiene, y como todo hay que decirlo, propietario de la más importante peluquería de Peonía City.
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El sheriff de Peonía City, Charles Jones, respiraba optimismo por todos sus poros. Naturalmente, tenía sus motivos. Todo había salido a la perfección. Hacía un rato, había sido inaugurado el monumento que la comunidad erigía en memoria de su fundador, Alex Hamilton, alias Cuatro Dedos. Existieron muchas dudas respecto a la forma en que el escultor debía representar al ilustre pionero, ya que los que compartieron su vida con Alex, eran de la opinión que debía mantenerse su hermosa barba, una estupenda pelambrera que casi le llegaba hasta las rodillas, pero en última instancia se impuso el criterio de Jonathan Sinclair, presidente de la Asociación Pro-Campaña en favor de la Higiene, y como todo hay que decirlo, propietario de la más importante peluquería de Peonía City.