La señora Doyle se contempló fijamente en el gran espejo de su dormitorio. —Tranquila, Eve —pronunció. Y sonrió levemente a su propia imagen—. Tranquila. Ya han terminado las pesadillas. Y el terror. Porque no podía engañarse a sí misma: los últimos meses habían sido terribles. Se alisó los rubios cabellos teñidos. —Aún estoy de buen ver —pensó—. A pesar de mis cuarenta y seis años.
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La señora Doyle se contempló fijamente en el gran espejo de su dormitorio. —Tranquila, Eve —pronunció. Y sonrió levemente a su propia imagen—. Tranquila. Ya han terminado las pesadillas. Y el terror. Porque no podía engañarse a sí misma: los últimos meses habían sido terribles. Se alisó los rubios cabellos teñidos. —Aún estoy de buen ver —pensó—. A pesar de mis cuarenta y seis años.