—¡No, no te acerques! —chilló la mujer, espeluznada.
Se encontraba al fondo de la caverna, apoyaba su espalda en la roca húmeda y temblaba de pies a cabeza.
En la entrada de la cueva se erguía la figura del hombre en toda su estatura. Era un individuo de casi dos metros de altura, increíblemente robusto y musculoso. Sus ropas estaban desgarradas en jirones y ello permitía a la mujer —tan asustada— contemplar su velludo pecho y sus formidables hombros.
Era un gigante de apariencia tosca, impresionante. Sus cabellos largos, enmarañados y sucios, eran muy negros. Tanto como sus arqueadas y espesas cejas y su espesa barba. No era un rostro viril muy agraciado. La estrecha frente fruncida, las grandes orejas, la nariz achatada, un tremendo chirlo en el pómulo derecho y la boca grande y de labios rudos, le daban un aspecto bestial y repelente.
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—¡No, no te acerques! —chilló la mujer, espeluznada. Se encontraba al fondo de la caverna, apoyaba su espalda en la roca húmeda y temblaba de pies a cabeza. En la entrada de la cueva se erguía la figura del hombre en toda su estatura. Era un individuo de casi dos metros de altura, increíblemente robusto y musculoso. Sus ropas estaban desgarradas en jirones y ello permitía a la mujer —tan asustada— contemplar su velludo pecho y sus formidables hombros. Era un gigante de apariencia tosca, impresionante. Sus cabellos largos, enmarañados y sucios, eran muy negros. Tanto como sus arqueadas y espesas cejas y su espesa barba. No era un rostro viril muy agraciado. La estrecha frente fruncida, las grandes orejas, la nariz achatada, un tremendo chirlo en el pómulo derecho y la boca grande y de labios rudos, le daban un aspecto bestial y repelente.