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El día diez de noviembre abandoné la prisión. Cuando en alguna ocasión, allí dentro, imaginé este venturoso acontecimiento, siempre había pensado que mi salida de la cárcel se produciría en un soleado día de verano, con un cielo azul sin nubes, algunos centenares de dólares en el bolsillo y una linda jovencita aguardándome a la puerta. Pero contemos con la realidad. Y la realidad era que en mi bolsillo solo había veinte dólares, que hacía un frío terrible y que el cielo presentaba un tono plomizo de mal augurio. Por supuesto, tampoco me aguardaba ninguna mujer joven y atractiva a la puerta. Asco de vida…