El día primero de marzo, un camión de mudanzas me embistió lateralmente en la Séptima Avenida. Mi Chevrolet deportivo salió brutalmente despedido hacia la acera, arrancó de cuajo un buzón de correos y fue a estrellarse contra un poste de alumbrado. Como quiera que yo regresaba de Newark, llevaba puesto el cinturón de seguridad y ello me salvó. Milagrosamente salí ileso del gravísimo accidente que muy bien pudo haberme costado la vida. En pocos minutos el tráfico de la Séptima Avenida quedó cortado por un fenomenal embotellamiento. Un autopatrulla logró abrirse paso a lo largo de la acera y dos agentes me ayudaron a salir de mi abollado «Chevy».
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El día primero de marzo, un camión de mudanzas me embistió lateralmente en la Séptima Avenida. Mi Chevrolet deportivo salió brutalmente despedido hacia la acera, arrancó de cuajo un buzón de correos y fue a estrellarse contra un poste de alumbrado. Como quiera que yo regresaba de Newark, llevaba puesto el cinturón de seguridad y ello me salvó. Milagrosamente salí ileso del gravísimo accidente que muy bien pudo haberme costado la vida. En pocos minutos el tráfico de la Séptima Avenida quedó cortado por un fenomenal embotellamiento. Un autopatrulla logró abrirse paso a lo largo de la acera y dos agentes me ayudaron a salir de mi abollado «Chevy».