Anochecía. Desde la ventana, Vanessa podía ver la curva del río, la oscura arboleda y la bruma grisácea que se elevaba de las verdosas orillas. Llevaba mucho rato apoyada en el marco de la ventana. Tanto, que su brazo izquierdo se había adormecido y, cuando al fin se apartó de allí, violentos calambres recorrieron sus músculos.
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Anochecía. Desde la ventana, Vanessa podía ver la curva del río, la oscura arboleda y la bruma grisácea que se elevaba de las verdosas orillas. Llevaba mucho rato apoyada en el marco de la ventana. Tanto, que su brazo izquierdo se había adormecido y, cuando al fin se apartó de allí, violentos calambres recorrieron sus músculos.