Los presos avanzaban por la galería, cansinamente. Como tantos otros días, como miles de días atrás, como otros miles de días tendrían que seguir haciéndolo después. Siempre al son del silbato del oficial Shoals. Mark Rilla caminaba en la formación de la brigada «Z». Delante de él, Kenton, un larguirucho condenado a cadena perpetua, movía como un pato sus pies, acomodándose al silbido del oficial Shoals.
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Los presos avanzaban por la galería, cansinamente. Como tantos otros días, como miles de días atrás, como otros miles de días tendrían que seguir haciéndolo después. Siempre al son del silbato del oficial Shoals. Mark Rilla caminaba en la formación de la brigada «Z». Delante de él, Kenton, un larguirucho condenado a cadena perpetua, movía como un pato sus pies, acomodándose al silbido del oficial Shoals.