Durante unos momentos, los dos amantes permanecieron todavía estrechamente abrazados, silenciosos, jadeantes, los cuerpos desnudos mojados por el sudor, tratando de recuperarse del esfuerzo de la pasión. Al cabo de unos momentos, el hombre se incorporó y sonrió satisfecho. —Eres muy buena —dijo. Ella rió, no menos satisfecha. —Valgo lo que peso —contestó.
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Durante unos momentos, los dos amantes permanecieron todavía estrechamente abrazados, silenciosos, jadeantes, los cuerpos desnudos mojados por el sudor, tratando de recuperarse del esfuerzo de la pasión. Al cabo de unos momentos, el hombre se incorporó y sonrió satisfecho. —Eres muy buena —dijo. Ella rió, no menos satisfecha. —Valgo lo que peso —contestó.