Como contestación al extinguido bramar de los chorros, el viento aulló lúgubremente, arremolinando la arena en torno a los edificios situados a un par de millas de distancia del punto de aterrizaje. Un soñoliento individuo, en cuya mugrienta blusa se veían las divisas del servicio de comunicaciones, se acercó a la ventana, escupiendo desdeñosamente por un colmillo. —¡Vaya! —Comentó en tono despectivo—. Sim, ¿puedes creer que todavía hay tontos que quieran aterrizar aquí? El ocupante de la estancia no se encogió de hombros, porque su postura, la cabeza en el asiento del diván y los pies apoyados en la pared, se lo impedía. Ni siquiera se molestó en volver el rostro para averiguar quiénes eran los que acababan de llegar.
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Como contestación al extinguido bramar de los chorros, el viento aulló lúgubremente, arremolinando la arena en torno a los edificios situados a un par de millas de distancia del punto de aterrizaje. Un soñoliento individuo, en cuya mugrienta blusa se veían las divisas del servicio de comunicaciones, se acercó a la ventana, escupiendo desdeñosamente por un colmillo. —¡Vaya! —Comentó en tono despectivo—. Sim, ¿puedes creer que todavía hay tontos que quieran aterrizar aquí? El ocupante de la estancia no se encogió de hombros, porque su postura, la cabeza en el asiento del diván y los pies apoyados en la pared, se lo impedía. Ni siquiera se molestó en volver el rostro para averiguar quiénes eran los que acababan de llegar.