El hombre que me abrió la puerta de la archilujosa mansión, tenía estampada en el rostro y en su aspecto personal la profesión. Podría haberse puesto sobre el pecho un cartel: PISTOLERO; el resultado habría sido el mismo. Se conocía a la legua lo que era. O quizá esté mejor dicho lo que había sido.
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El hombre que me abrió la puerta de la archilujosa mansión, tenía estampada en el rostro y en su aspecto personal la profesión. Podría haberse puesto sobre el pecho un cartel: PISTOLERO; el resultado habría sido el mismo. Se conocía a la legua lo que era. O quizá esté mejor dicho lo que había sido.