Sentíase desesperado. Ya no sabía qué hacer. Tenía los bolsillos absoluta y literalmente vacíos, sin una moneda siquiera para tomarse una taza de café en alguna parte. No podía volver al hotel de mala muerte en qué se había hospedado, porque el dueño lo echaría a puntapiés apenas le viese asomar por la puerta, quedándose, como era lógico, con su escaso equipaje, del cual, por otra parte, se había despedido ya para siempre.
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Sentíase desesperado. Ya no sabía qué hacer. Tenía los bolsillos absoluta y literalmente vacíos, sin una moneda siquiera para tomarse una taza de café en alguna parte. No podía volver al hotel de mala muerte en qué se había hospedado, porque el dueño lo echaría a puntapiés apenas le viese asomar por la puerta, quedándose, como era lógico, con su escaso equipaje, del cual, por otra parte, se había despedido ya para siempre.