SENTÍASE aturdido y a veces tenía ganas de vomitar. Llevaba puesta una espesa venda negra sobre los ojos y, con las manos atadas, no podía soñar en quitársela. De cuando en cuando, uno de sus secuestradores acercaba a sus narices un trapo empapado en algo que olía a diablos. Eso era lo que le privaba del conocimiento casi por completo y originaba su aturdimiento y las náuseas que no hacían ningún bien a su estómago.
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SENTÍASE aturdido y a veces tenía ganas de vomitar. Llevaba puesta una espesa venda negra sobre los ojos y, con las manos atadas, no podía soñar en quitársela. De cuando en cuando, uno de sus secuestradores acercaba a sus narices un trapo empapado en algo que olía a diablos. Eso era lo que le privaba del conocimiento casi por completo y originaba su aturdimiento y las náuseas que no hacían ningún bien a su estómago.