Su sueño se estaba realizando. Por fin, tenía allí a la mismísima Venus Bwinn, la «voz angélica» como la denominaban los críticos más reacios a los ditirambos. Para los críticos proclives a las palabras entusiastas, el diccionario no contenía las suficientes con las que componer los elogios que se merecía la cantante. A Jesse Bruden le gustaba cómo cantaba Venus, desde luego, pero ella le gustaba mucho más. Estaba enamorado (platónicamente, desde luego) de Venus. Lo que se dice loco por ella.
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Su sueño se estaba realizando. Por fin, tenía allí a la mismísima Venus Bwinn, la «voz angélica» como la denominaban los críticos más reacios a los ditirambos. Para los críticos proclives a las palabras entusiastas, el diccionario no contenía las suficientes con las que componer los elogios que se merecía la cantante. A Jesse Bruden le gustaba cómo cantaba Venus, desde luego, pero ella le gustaba mucho más. Estaba enamorado (platónicamente, desde luego) de Venus. Lo que se dice loco por ella.