El jefe de la Sección Europea del Central Intelligence Agency, coronel Chanley, bajó la clavija del microteléfono, e inclinándose levemente ordenó: —¡Que pase Lewis Yancey! Lentamente volvió a tomar la vertical sobre el asiento, adoptando la actitud que en él era peculiar cuando esperaba una visita: las manos bajo la barbilla, sin llegar a rozarla, cruzados los dedos, dejaba vagar la mirada por el techo o las paredes, midiendo todas y cada una de las palabras que habría de pronunciar durante la entrevista.
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El jefe de la Sección Europea del Central Intelligence Agency, coronel Chanley, bajó la clavija del microteléfono, e inclinándose levemente ordenó: —¡Que pase Lewis Yancey! Lentamente volvió a tomar la vertical sobre el asiento, adoptando la actitud que en él era peculiar cuando esperaba una visita: las manos bajo la barbilla, sin llegar a rozarla, cruzados los dedos, dejaba vagar la mirada por el techo o las paredes, midiendo todas y cada una de las palabras que habría de pronunciar durante la entrevista.