EL DÍA empezó como otros muchos en Lloydsville. Como de costumbre, me levanté a las siete. Tía Jane había censurado siempre a la gente que remoloneaba en la cama, tratando de aplazar el momento de abandonarla. La auto-indulgencia constituía el primer paso hacia la ruina. En otras palabras, tía Jane había sido toda su vida una mujer madrugadora.
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EL DÍA empezó como otros muchos en Lloydsville. Como de costumbre, me levanté a las siete. Tía Jane había censurado siempre a la gente que remoloneaba en la cama, tratando de aplazar el momento de abandonarla. La auto-indulgencia constituía el primer paso hacia la ruina. En otras palabras, tía Jane había sido toda su vida una mujer madrugadora.