EN CUANTO abrió los ojos volvió a apoderarse de su mente y de su cuerpo, incluso, el acentuado malestar de saber que había llegado el día inevitable… aquel en que comenzaría el juicio. Las hojas de los algodoneros, doradas por los primeros fríos de aquel mes de octubre, susurraban en el exterior al compás de la fresca brisa matutina. Apartando la ropa de cama que lo cubría, el juez Jonas Fuller sentóse en el borde de su cama, miró a su alrededor y seguidamente se puso en pie.
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EN CUANTO abrió los ojos volvió a apoderarse de su mente y de su cuerpo, incluso, el acentuado malestar de saber que había llegado el día inevitable… aquel en que comenzaría el juicio. Las hojas de los algodoneros, doradas por los primeros fríos de aquel mes de octubre, susurraban en el exterior al compás de la fresca brisa matutina. Apartando la ropa de cama que lo cubría, el juez Jonas Fuller sentóse en el borde de su cama, miró a su alrededor y seguidamente se puso en pie.