Al cumplir los dieciocho años, Umberto Farraro eliminó de un fulminante disparo a su primer enemigo. Un extranjero llamado Tulio Natale, procedente del litoral. En el laberinto de cerros, lomas y calinas que formaba un anillo casi impenetrable en torno, al valle de Coarso, se aventuraban pocas veces los representantes de la Ley. Su presencia era considerada una malévola intromisión por todos los cazadores furtivos de las aldeas circundantes. Pero resultaba un insulto inadmisible que por las montañas de la comarca de Coarso, feudo y dominio de los sicilianos allí nacidos, viniera un «extranjero» del litoral con pretensiones de establecer una competencia.
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Al cumplir los dieciocho años, Umberto Farraro eliminó de un fulminante disparo a su primer enemigo. Un extranjero llamado Tulio Natale, procedente del litoral. En el laberinto de cerros, lomas y calinas que formaba un anillo casi impenetrable en torno, al valle de Coarso, se aventuraban pocas veces los representantes de la Ley. Su presencia era considerada una malévola intromisión por todos los cazadores furtivos de las aldeas circundantes. Pero resultaba un insulto inadmisible que por las montañas de la comarca de Coarso, feudo y dominio de los sicilianos allí nacidos, viniera un «extranjero» del litoral con pretensiones de establecer una competencia.