Reilly había sido atado desnudo sobre dos postes, con los brazos y piernas extendidos. La larga fila india de los comanches iba avanzando. Al pasar por su lado, cada guerrero alargaba el brazo y arañaba sus carnes con una piedra alargada y aguzada. A los quince minutos los indios se tomaron un breve descanso. Reilly no era ya más que un informe montón de carne desgarrada, y el suelo a sus pies estaba empapado de sangre.
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Reilly había sido atado desnudo sobre dos postes, con los brazos y piernas extendidos. La larga fila india de los comanches iba avanzando. Al pasar por su lado, cada guerrero alargaba el brazo y arañaba sus carnes con una piedra alargada y aguzada. A los quince minutos los indios se tomaron un breve descanso. Reilly no era ya más que un informe montón de carne desgarrada, y el suelo a sus pies estaba empapado de sangre.