CHARLESTON, en la Carolina del Sur, siempre ha sido un puerto muy visitado por su riqueza algodonera. Es incesante el movimiento portuario y, durante todo el día, no paran las grúas en la carga y descarga. Por las noches, las tabernas del puerto están concurridísimas, y entre sus parroquianos aparecen los eternos aventureros de los siete mares, resaca social incontrolada, que suele dedicarse a sucias actividades.
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CHARLESTON, en la Carolina del Sur, siempre ha sido un puerto muy visitado por su riqueza algodonera. Es incesante el movimiento portuario y, durante todo el día, no paran las grúas en la carga y descarga. Por las noches, las tabernas del puerto están concurridísimas, y entre sus parroquianos aparecen los eternos aventureros de los siete mares, resaca social incontrolada, que suele dedicarse a sucias actividades.