El estilo directo, casi prosaico, en que se refiere esta historia macabra, acentúa singularmente su horror. Una determinada tarde neblinosa no ha dejado ninguna huella en la memoria de Philipson; en esa tarde desapareció su hosco vecino, el granjero Marhall. No hallaron el cadáver, pero la sospecha de un crimen estaba en todas partes, y en los ojos de la viuda de Marshall —joven, disoluta y estúpida, pero tan vívida que Philipson había cedido a la tentación de pintar su relato— se adivinaba una culpa.
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El estilo directo, casi prosaico, en que se refiere esta historia macabra, acentúa singularmente su horror. Una determinada tarde neblinosa no ha dejado ninguna huella en la memoria de Philipson; en esa tarde desapareció su hosco vecino, el granjero Marhall. No hallaron el cadáver, pero la sospecha de un crimen estaba en todas partes, y en los ojos de la viuda de Marshall —joven, disoluta y estúpida, pero tan vívida que Philipson había cedido a la tentación de pintar su relato— se adivinaba una culpa.