SIN que destacara, ni mucho menos, del resto de la gente que aquella mañana visitaba el Museo de Historia Natural y Ciencia, de Miami, la pareja resultaba un tanto insólita, chocante. Él, Terboven, era un nombre más bien bajo, fuerte, con el cabello castaño, y los ojos de un azul desvaído. Ella, «frau» Herberg, era alta, más que Terboven, y huesuda, con el cabello blanco y la faz rubicunda.
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SIN que destacara, ni mucho menos, del resto de la gente que aquella mañana visitaba el Museo de Historia Natural y Ciencia, de Miami, la pareja resultaba un tanto insólita, chocante. Él, Terboven, era un nombre más bien bajo, fuerte, con el cabello castaño, y los ojos de un azul desvaído. Ella, «frau» Herberg, era alta, más que Terboven, y huesuda, con el cabello blanco y la faz rubicunda.